Por: Edgar Caballero Elías
En la vida de los pueblos siempre hay hechos y cosas inolvidables que quedan en el recuerdo de sus gentes por su manera de ser o de actuar.
Por eso seguimos con aquellas evocaciones cuando los caimanes de Ciénaga constituían la esencia viva del pueblo y era el llamativo cultural folclórico de una población sana y alegre que mostraba su energía y vigor física durante las fiestas del 20 de enero.
Hoy todavía vemos con agrado como la juventud, niños especialmente recorriendo las calles de ciénaga bailando caimán recordando aquel pasado que aún habita en el presente y que se resiste al olvido y en sus versos recordando al maestro Adalberto Acosta, a Gilberto Mejía, Digna Cabas, «Carlin», Darío Torregroza Pérez, al «cachaco» Amado, a Gustavo Rodríguez Robles y tantos otros que hicieron que el caimán hoy sea el más tradicional jolgorio que realiza ciénaga.
Fueron célebres «El Caimán de Digna Cabas», popular y entusiasta mujer del barrio Paris donde nació entre gaitas y tambores. Aunque su virtud fue la de ser más cumbiambera que caimanera, sus caimanes también figuraron entre los mejores. La veíamos siempre con su sombrero con cintas de colores y flores de tonos encendidos en la cabeza, bañada en maicena y con suficiente ron encima, bailando el caimán que sacaba a las 12 de la noche del 19 de enero hasta bien entrado el día 20 San Sebastián. Era unas de sus características. Sus hijos, los Meriños Cabas (Félix, Dagoberto, Manuel, Orlando, Juan, Rosa y Ana Cecilia) eran estupendos bailadores de cumbiambas y caimán, sobretodo grandes verseadores los varones. Aún se recuerda su desbordado entusiasmo en esas fiestas.

El renombrado «Caimán de los Güette Nuñez» del barrio Centenario, insignes parranderos que se caracterizaban porque siempre empezaban las fiestas «antes» y la terminaban «después». Sus parrandas caimaneras eran denominadas por la gente como de largo metraje, siempre andaban enmaizenados y eufóricos de ron y ninguno de ellos estaban pendiente de la hora, la parranda podía terminar mañana o tres dias después.
Algo típico en ellos eran las vestimentas que se ponían para disfrazarse, una especie de bata japonesa que llamaban quimonos, parecidas a las batas que usan las señoras después del parto, que es el ropaje usado por los orientales para practicar artes marciales.
De mucha figuración y renombre también «El Caimán de los Médicos» siempre en actitud de gozarse las fiestas como el que más. Algunos de ellos eran Nicolás Güette Sevilla. Manuel J. del Castillo, Juan Facholas, Manuel Varela Capdevilla, Luis Rovira Bolaño y el doctor Carlos García Mayorca, el más entusiasta de todos. Miguel Güette era el bailador tradicional del caimán, imponente en su danzar rítmico al compás de la música.
Igualmente famoso «El Caimán de los Comerciantes» del sector del mercado público de Ciénaga, muy similar al anterior, liderado por Nicolás Abraham Hazrin, Heliodoro Eguis Miranda y Esequiel Bilbao. Tenían como figura central a Andrés Velásquez Pedroza, todo un personaje de la fiestera Ciénaga de antaño, popularmente conocido como «Sanchecerro». Su corpulencia fisica de más de 300 libras de peso con sus casi dos metros de alto y su capacidad etílica, le permitían la resistencia necesarias para esos días de jolgorios. Daba gusto verlo bailar incansablemente con admirable agilidad felina.
Pero, quién era este personaje rodeado de tanta fama que la gente en Ciénaga pregunta todavía por él y la razón de su apodo?
Andrés Velásquez Pedroza fue un destacado militar e Instructor de Servicios Militares y Operaciones de Mando. Es de anotar que su afamado crédito de buen culinario también lo llevó a ocupar un buen rango en la Escuela de Cadetes. Su habilidad en ella le permitía «convertir» humildes pollos en atractivos y deliciosos pavos.
Este Sargento Primero de Artillería en la Escuela de Cadetes de Bogotá, toma el apodo de «Sanchecerro» a raíz de las comedias que hacían en los colegios de Ciénaga alusivas al conflicto con el Perú cuando el dictador de ese país, Luis Miguel Sánchez Cerro, quiso adueñarse de una parte del territorio colombiano (1932) y el colegio donde él estudiaba, lo escogieron para que en esas comedias interpretara el papel de Sánchez Cerro por su gran perecido con aquel gobernante. Desde entonces fue apodado con el nombre del dictador peruano».
Parrandero por excelencia, bailador y amigo incondicional. Heliodoro Eguis Miranda «el compae Heliodoro», era su más que amigo hermano. Siempre estaban juntos en las fiestas caimaneras de Ciénaga. En épocas de carnaval su presencia en los salones de baile donde siempre llegaba vistosamente vestido con sus camisas de fuertes y llamativos colores igual que su inseparable mochila llena de maicena, era ruidosamente festejada por amigos que se le acercaban cuando hacia su entrada al salón de baile.

Aquel gigante apodado «Sanchecerro», se radicó por muchos años en la ciudad de Bogotá donde no hubo cienaguero que no fuera atendido con su hospitalidad, por tal razón lo llamaban «El Cónsul de los Cienagueros». Murió en ciénaga a la edad de 60 años, el 16 de Agosto de 1978.
También figuró en esas Caimaneras fiestas el ruidoso»Caimán de los Portuarios», numerosa y famosa danza del barrio El Carmen que también hizo parte de aquella sana diversión. Tuvo su origen el año 1937 cuando un grupo de 15 personas trabajadores ellos de Puerto Nuevo con el señor Cristóbal Strinllinger, dueño de las navieras que viajaban entre Ciénaga y Barranquilla, se reunieron con motivo de las fiestas del 20 de enero con el fin de organizar el popular caimán.
Gentes alegres y sencillas integraban aquel grupo de portuarios procedía en su gran mayoría de Tasajera, Islas del Rosario y Pueblo Viejo, se encargaban con su alborozo iniciar en El Carmen, los tradicionales festejos del 20 de enero.
Gustavo Hernández. Ojeda, Antonio Sierra Barranco, Demóstenes Rojas Cagüana, Rodrigo Carbonó, Epigmedio Rivas Miranda, Luis Racines, Francisco Niebles Pedroza, Honorio Torres Rodríguez, Genaro Linero Gómez, Julio Anchila Cagüana, José Torres Maldonado, Arquímedes Yaqui Niebles, Cecilio López, Maximiliano Cantillo, José Antonio Ojeda, Ariel Salcedo Rodríguez, Guillermo Tamayo, Nelson Salcedo, «el Pollo Guaya» Juancho Cabas, los hermanos Felix, Mingo y Diego Meriño y Armando Ahumada Miranda hacían parte de aquel grupo que llamaba la atención por su algarabía en su callejear por las calles del pueblo y el tamaño grande del caimán. Todos eran hombres vestidos y maquillados como mujeres, que era lo tradicional.
Los encargados de ponerles el «combate musical» a los danzantes caimaneros corría a cargo de José Granados en la tambora, Raúl Meléndez tocaba la caña e millo, la dulzaina o violina Modesto Niebles Pedroza; Dionisio Melo tocaba el tambor y el guache Julio Mendoza.
Arturo Monsalvo lo bailaba y dos excelentes decimeros, cerraban aquel grupo de músicos que sin pretensiones de tal sabían cómo ponerle la fuerza rítmica para que todos bailaran impetuosos al son que le tocaran. Ellos eran Luis Miguel Hernández y un señor de apellido Bravo, repentista a quien le decían «Virgen del Carmen» por su facilidad y rapidez para improvisar versos.
«El Caimán de Carlitos Guette». Otro de los alegres y entusiastas baladores de caimán. Con sus versos y su buen sentido del humor sabía saborear y manejar la buena y oportuna anécdota cotidiana. Como el «Caimán de Digna Cabas» salía también a las 12 de la noche del 19 de enero acompañado siempre del clarinete de Rafael Hernández, músico de una banda que dirigía el maestro Andrés Paz Barros, en Ciénaga, que tocaba en el salón «La Puerta del Sol».

De mucho renombre también «El Caimán del Barrio Porvenir» del que hicieron parte los hermanos Fidel, Miguel y Ayán Ortíz; Geofry Núñez Pedro Martínez, entre otros. Tenía la particularidad que este sí era ¡Un Caimán de Verdad! Durante seis años los 20 de enero recorrieron las calles de Ciénaga con «Cuqui» a cuestas amarrado a una tabla con alambre y cabuya, hasta el día que lo encontraron muerto en el patio de la casa donde estuvo tanto tiempo divirtiendo a la barriada del Porvenir que llegaban a verlo siempre desafiante y poco amigable. Como el «Caiman de Carlitos Guette», sacaban amarrado de una tabla con rodajas recorriendo la ciudad.
Y así también hubo otros caimanes, famosos y muy buenos todos como «El Caimán del barrio Miramar», los caimanes del sector del mercado público, los del barrio El Carmen, los que venían de la Zona Bananera, etc.., pero entre ellos hemos escogido, sin desmeritar, por supuesto, los demás, los que hemos considerado «Caimanes de Ciénaga que Hicieron Época».
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