Por: Édgar Caballero Elías
«En noches de vendavales mi cumbia está coronada si se muere Digna Cabas se acaban los carnavales»
Era como un verso premonitorio que Digna cantaba mucho en los carnavales con tristeza, porque hemos visto a través del tiempo después de aquel 10 de junio de 1983 cuando el fantasma de la muerte se llevó a la mujer más cumbiambera que Ciénaga ha tenido, que sus palabras se han ido cumpliendo al pie de la letra.
Vivía en el alegre barrio París con sus hijos Juan, Manuel, Dagoberto, Orlando, Ana Cecilia y Rosa, un elenco de grandes bailadores que heredaron de sus progenitores, Digna y Sebastián Meriño.
A la edad de 9 años con sus hermanos José, Bernancio, Víctor, Manuel, Pacha y Lorenza formaban bailes de cumbia en el patio de su casa con galones, ralladores, potes y una hojita de naranja que usaban como instrumentos que hacían sonar rítmicamente.
A los 15 ya Digna era la sensación en ruedas de cumbiambas donde bailaba alrededor de una vara alta que terminaba en alegre bandera roja, como eran las verdaderas cumbiambas de antaño, un baile de mucha fiesta que sacaba de la afinada nota del millo su sabrosura musical en un encuentro de saberes folclóricos donde se interpretaban toda clase de ritmos tradicionales y donde los músicos y cantadores ocupaban el centro del círculo y las parejas se abrían a su alrededor en orondos y acompasados ademanes. Ahí estaba siempre Digna, llevando en su mano derecha un manojo de velas con la que se alumbraba y se defendía del constante asedio del parejo. La mano izquierda la apoyaba con garbo en la cintura recogiéndose la pollera que movía hacia delante y hacia atrás. Había que verla bailar con la cabeza levantada con aquella elegancia y, sin levantar los talones, iba serenita dando pasos muy cortos, llevando siempre el ritmo con todo el cuerpo, girando alrededor del parejo y de la música. Fue Digna Cabas, indiscutiblemente, la mujer que llenó de elegancia y de alegría beligerante las cumbiambas cienagueras.
Era delgada y alta siempre vistosa y elegante, aún más cuando se arreglaba para el baile. Tenía la piel oscura y le decían «la morenita picante», pero en verdad fue la morenaza que batalló hasta el final por el folclor; pelonegro, crespo y brillante, medio largo hasta los hombros que adornaba con atractivas peinetas grandes de carey. Con orgullo salía en los carnavales siempre con sus polleras adornadas con flores de vivos colores y en la cabeza luciendo una flor, generalmente una Cayena o un Coral, encargada de engalanar su rostro que le hacía ver su baile mas típico y vistoso. El uso de las flores por parte de las cumbiamberas era común generalmente del lado izquierdo, adornándose para su parejo que se ubicaba generalmente de ese lado. Era Digna Cabas, descendiente de esclava martiniqueña y a quien Dios le dio el don de la alegría, la gran bailadora de ritmos durante todo el siglo XX cienaguero e indiscutiblemente el alma de las fiestas donde se encontrara. Creció con la virtud de la cumbia que tanto bailó y cantó y que hacía de ella lo que deseaba porque con ella vino en la sangre.
Digna Cabas como lo dice su nombre, fue una digna representante del fólclor de su región, de sus fiestas, de su gente. Era una mujer muy activa que dedicó su vida a bailar los temas alegres de su Ciénaga querida. La cumbia la llevaba en la sangre y en el corazón. Cuando la bailaba, las gentes salían a las calles a verla palmoteando con las manos bailando a paso corto y en posición erguida.
Ennaldo Cantillo Malbello, trovador y poeta y uno de los grandes decimeros de la región, amigo de ella y de sus familiares, que frecuentaba las mismas cumbiambas por las que Digna Cabas transitó, recuerda cuando Digna estando en artículos mortis, exclamó:
«La cumbia me ha abandonado»
¡Qué bella y tan sentida expresión! Desde su muerte la cumbia comenzó a guardar silencio y a cubrirse de luto, a estremecerse de tristeza y las velas no volvieron a dar las alegres y encendidas llamas de aquellos tiempos.
Tanto renombre tuvo Digna Cabas que muchos cantores y compositores se han ocupado de ella en sus cantos. Así mismo deberían entregarse trofeos en diferentes modalidades que lleven su nombre, y la «Tarima Digna Cabas», que lleva su nombre como el más sentido homenaje de remembranzas y admiración a la «Reina de las Cumbiambas», convertida ahora en un lugar de espectáculos musicales, sería de todas maneras, el mejor y más representativo escenario de todos.
Luis Sírtori Meléndez, «Lucho Sirtori», compositor cienaguero de temas folclóricos de gran sabor, le compuso en ritmo de cumbia «La Negra Digna».
Digna, tu cuerpo es puro fólclor en donde nació el amor en puro ritmo de cumbia.
Digna, tu cuerpo moreno y dulce como la caña de azúcar mira como se embejuca entre ron, tabaco y luces.
Qué morena buena pa’ gozar ¡qué! morena buena pa bailar bis
Digna… eres del barrio Paris mi negra naciste allí entre gaitas y tambores allí nació tus amores como todos ya sabrán tuvo una digna familia con el negro Sebastián.
Qué morena buena pa’ gozar ¡qué! morena buena pa’ bailar – bis
Alfonso Campo Infante, allegado a su familia y amigo de ella, le compuso y dedicó una puya que en su honor tituló «A Digna Cabas», popularizada por Humberto Daza «el Profesor Chámber»
Unos de sus versos dice:
En las fiestas del Caimán parecía un chicharrón se pintaba con maizena y se tomaba todo el ron.
Y la alegre Digna Cabas gran admiración causó pareciéndose a una pava en la cumbia que bailó
El poeta Ennaldo Cantillo, por su parte, la recuerda así en sus décimas.
1 En esta patria chiquita en mil novecientos dos pa’ la cumbia creó Dios a una niña morenita. Nació pa’ ser folklorista con un espíritu grande. Digna Cabas en paz descanse con amor te he de escribir y al mundo le he de decir la cumbia vino en tu sangre.
2 En noches de vendavales como buena cumbiambera que al mover de sus caderas pa’ alegrar los carnavales. Con las cumbias tropicales su pollera engalanaba Cuando yo pequeño estaba conocí a esta cienaguera y al són de las tamboreras se enflorecía Digna Cabas.
3 Su baile daba una escuela con orgullo de noblezas flores bella en su cabeza y en las manos iban las velas. Las cumbias carnavaleras del caña’e millo en fulguras. Tambora y guache en locuras lo mismo que el llamador le danzó al tambor mayor al compás de su cintura.
4 Como era de tan alegre por que eran las cosas suyas danzando el són y la puya mapalé, porro y merengue. De esa cumbia en bullerengue en los grandes festivales. La estirpe a sus familiares con dolor esto cantaba si se muere Digna Cabas se acaban los carnavales.
5 De esta expresión yo me aterro cuando me muera caramba que tocando una cumbiamba vaya detrás de mi entierro. El folklor tenía en encierro la mujer más parrandera Lo que más nos desespera que el folklor se quedó inerte y el fantasma de la muerte se llevó a una cumbiambera.
6 Tengan todos muy pendiente Digna decía con confianza hasta con mi baile en chanza la cumbia tiene su gente. En el alma esto se siente como se siente un amigo. El de arriba es el testigo en tropel de cumbiamberas dijo así esta cienaguera ¡la cumbia nació conmigo!
7 La tristeza hoy estremece lo que antes dio alegría se apagan vela encendía y la cumbia se enmudece. Una tanta y tantas veces mis mensajes son de aprecio. Con sentimientos de un necio este dolor me resigna que a la memoria de Digna va un minuto de silencio.
8 Murió Digna en su pobreza y una vez, dijo cantando cuando me estén sepultando que haya cumbia y no tristeza. Si no hay cumbia me embelesa los flagelos que rezumba. Que me lleven a mi tumba y esto se los pido a diario que en vez de rezá un rosario ¡que me toquen una cumbia.!
9 Por Digna mandó el Divino de quien no podía negarse Con Él tenía que quedarse si era ese su destino. Al marcharse a otro camino cuál débil seria su estado. Me voy del conglomerado y en artículos de muerte sollozando hacia su mente la cumbia me ha abandonado.
10 De aquel año ochenta v tres diez de junio se murió y un vacío Digna dejó que se recuerda a la vez. Del jardín fue la nuez y el folklor que tuvo celos. Digna Emerita en tus celos te escribiré yo tu historia que Dios te tenga en la gloria allá en los reinos de el cielo.
11Con las aguas en arreboles se bañó en los manantiales y los vistosos carnavales empapó en multicolores. Con la cumbia tuvo amores por que con ella nació. Digna al mundo estremeció con el baile de su encanto se fue para el campo santo donde nunca más volvió.
12 Digna hacia fiesta bonitas pero hoy todo se ha perdido se despidió pa’ el olvido su cumbia está huerfanita. Mas bien se quedó solita la cumbia en miles quebrantos. Sus recuerdos son encantos como en sirenas marinas la mujer más danzarina reposa en el campo santo.
13 Fue esa triste despedida donde quedó una amargura reposa en la sepultura y su cumbia enlutecida. Con mi mente entristecida cautivada en embeleso.
Por Digna estoy de perverso con inquietud y con coraje hoy yo brindo este homenaje por tu viaje sin regreso.
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