ElLeadNoticias.com
La muerte de Rafael Ithier la noche del 6 de diciembre de 2025 marca no solo el adiós a un hombre, sino también el ocaso simbólico de una era para la salsa y para la memoria colectiva de Latinoamérica. Con 99 años, Ithier nos deja tras seis décadas dedicadas al ritmo, al sabor y a la dignificación de un género que gracias a su talento trasciende generaciones.
Ithier se forjó desde la humildad. Nacido en un barrio de Río Piedras, Puerto Rico, desde niño convivió con la carencia, la carencia de oportunidades y un amor profundo por la música. Aprendió a tocar guitarra, tres cubano, contrabajo y piano de forma autodidacta; dejó la escuela por necesidad, trabajó desde joven, vivió la guerra en el ejército de Estados Unidos y aun así, regresó a la música con una convicción inquebrantable.
Ese origen humilde y su paso por la disciplina militar marcaron su estilo: serio, exigente, profesional. Fue él quien insistió en que en una orquesta la estrella no era el cantante, sino la orquesta. Esa filosofía influyó en cómo se formaron generaciones de salseros, quienes aprendieron con él que el compromiso, la constancia y el respeto por la música eran tan importantes como la pasión.
Con El Gran Combo de Puerto Rico, Ithier no solo creó éxitos memorables —“Un verano en Nueva York”, “Me liberé”, “Jala Jala”, “Y No Hago Más Ná”, entre muchos otros—, sino que forjó identidad. Gracias a su visión, la orquesta dejó de ser solo puertorriqueña; se convirtió en un símbolo de la salsa mundial. Sus giras, discos, presentaciones en decenas de países viajaron con el sabor tropical, con la nostalgia de barrios, con la fuerza de tambores y trompetas que hablaban de lucha, de amor, de vida.
Para países como Colombia, donde la salsa también abrazó el alma popular, su muerte resuena profundamente: pues la música que Ithier moldeó fue banda sonora de nuestras fiestas, de nuestros barrios, de nuestras historias. Es parte del legado cultural compartido, del puente sonoro que une costas del Caribe, cordilleras andinas y selvas tropicales.
Hoy, cuando muchos celebran con beats digitales, cuando el reguetón, el trap, los géneros urbanos dominan las listas, este adiós nos invita a reflexionar y no debemos perder la memoria. No solo por nostalgia, sino para mantener viva una tradición que representa identidad, historia, resistencia cultural.
Que descanse en paz y que trascienda en la eternidad, como muchos prefieren imaginarlos, ese hombre que le dio forma a la “Universidad de la Salsa”. Que sus acordes sigan sonando en los salones, en los parranderos, en las orquestas que vienen, en quienes estudian trompeta o congas con la esperanza de sentir el calor del Caribe en cada nota.








































Discussion about this post