La Célebre canción que desencadenó toda clase de comentarios y desbarajuste carnavalero de un caso de la vida real, tuvo su origen en el municipio de Zambrano, Bolívar, en un burdel que regentaba un homosexual de nombre Rafael, conocido como «El Pato Rafael», apodo que le encajaba perfecto por sus movimientos peculiares que hace el pato al caminar remedándolo en exageración con un toque de engreimiento y hablador sin par. Así caminaba por las calles del pueblo delatando sus inclinaciones sexuales sin importarle un carajo, ya que nunca lo ocultaba. Ni los silbidos, ni los piropos ni las mofas lo afectaban, por el contrario, se sentia dichoso en diversión como pato moviendo la cola de un lado a otro sin parar.
El baile se hizo famoso en ese prostíbulo y consistía en bailar un grupo de amigos, desnudos, con una pluma en el recto, y pagaba la cuenta de lo consumido quien la dejara caer. En igual forma lo bailaban en San Juan del Cesar en el negocio de un marica regordete, tan femenino en modales que el mismo se colocó el nombre de Gloria. Alli se realizaban también estas bulliciosas jornadas nocturnas. En Cartagena se llegó a afirmar también que, en un burdel clandestino de esos que habían mortones por el barrio Tesca, un pequeño grupo de reconocidos políticos y profesionales de la ciudad fueron los que implantaran dicha moda en aquella zona de tolerancia. Barranquilla ni se diga, llegaban maricas de «alto turmequé» con otros colegas de elevada categoría también, que la letra de la canción tuvo que ser modificada, ya que mencionaba a ciertos personajes de altas esferas con nombres propios y lujosos detalles, rituales que hacía el pato en una casa que tuvo cerca al Cementerio Universal.
El baile de la pluma era un baile exclusivo para maricas y el único atuendo o indumentaria que llevaban encima los felices bailadores, era una pluma, y no precisamente en las orejas, sino metida en el recto como termómetro cogiendo temperatura, y se ofrecían para cualquier «desorden» que se presentara y no solo se veian obligado a pagar la cuenta, sino que les tocaba soportar la burla macabra de sus compañeros que lo trataban de jopo obsoleto y de cuanta vaina más. Pero tampoco faltaba el «ofendido» con la derrota como «Burra Brava» quien con ademanes y gestos iracundos argumentaba que mientras a «El Divino» le incrustaban plumas de pavo para la competencia, a él le habían dado de gallina enferma.
El éxito arrollador de El Baile de Pluma no solo fue un «licor medicinal» para que un apasionado público quedara conquistado por una sugestiva pieza musical que incitaba al baile y al deleite, sino que fue también «quitarle el antifaz a los nudos del prejuicio». Aunque a otros no le importaban tanto los versos de la canción de una verdad contada a media, sino de aquellos que falsearon y adulteraron sus costumbres y tradiciones al reemplazar el disfraz por una pluma en el culo!
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